DIALOGO I

Las palabras nos dan la oportunidad de decir algo. Transmitir mensajes, expresarnos, etc. Da igual donde se digan; sea en trozos de papel, soportes digitales, en los muros de las ciudades y pueblos o en los parques mientras se contempla la vida. Siempre es importante decir cosas cuando uno piensa que se tienen que decir. La respuesta que cada uno busca dentro de si mismo suele venir acompañada de un acto del exterior, y poco a poco dicha respuesta se va transformando también en el propio exterior, donde hay afluencia y se crean lazos invisibles con la materia.

Engendramos preguntas y necesitamos respuestas. Todo gira en torno a las vivencias que tenemos y como éstas crean en nosotros ciertas necesidades mientras buscamos saciar la avidez del ser humano (la respuesta). Permaneciendo en el estado de búsqueda pueden surgir, de hecho surgen parvedades que nos hacen sentir útiles, en principio con nosotros mismos. Quizá se trata de reunirlo todo. Lo que nos apasiona, lo que nos hace sufrir, lo que nos hace dudar de nosotros mismos, lo que nos hace sentir. ¡No se, pueden ser tantas cosas!, y jugárnoslo todo a esa carta, buscando la salida lentamente.

Pienso en el ser humano atado a las semejanzas y no me siento identificado, pero es normal. Vivimos en una época de individualidad casi generalizada. (“Todos queremos ser diferentes”). Pienso en conversaciones que he mantenido con personas y realmente existen grandes diferencias entre nosotros y estamos de acuerdo en que hay una parte de esta sociedad que intenta retenernos con estrategias que aparentan darnos identidad propia, pero luego observamos que los disfraces que nos colocamos, en la superficie pueden parecer diferentes al principio, pero no lo son si conseguimos miramos desde otro ángulo. Explicar este ángulo tan difícil y enrevesado bajo unas palabras románticas nunca será suficiente, lo sé. Aunque no solo sea una cuestión de conciencia (vivir el momento que nos ha tocado sabiendo lo que esta pasando) la de este ángulo, ni de identidad. Es una cuestión quizá de compromiso, de querer ver y querer mirar, mientras se sobrevive aquí en mi ciudad o en Basora. La gran decepción viene al ver que las instituciones encargadas de nuestra educación no nos educan como humanos (salvo alguna actuaciones aisladas de verdaderos educadores) si no, como materia de mercado. Dicho esto, pienso en la soledad que comparto con muchos seres humanos conocidos.

Todas estas palabras son en realidad caricias que dialogan con la palabra Arte, mientras que en ningún momento se habló de éste. Quizá ahora tenga todo mas sentido o por el contrario lo haya perdido todo, en este siglo es difícil saberlo y tal vez no es una cuestión mía, sino del lector, la de atribuirle a la vida la palabra Arte o separarla.