ADORIS EN AISLAMIENTO



Adoris convive con el aire que le rodea. Se desplaza ocupando el espacio compartido con los objetos. Él mismo es un objeto más que interactúa con las demás formas acumulando trozos de realidad. Le importa todo y a la vez nada. En estos momentos su espacio ésta delimitado por una estructura de vigas de madera podrida. Yo miro desde arriba invisible a cualquier momento. Nadie nota mi presencia y Adoris permanece con los ojos cerrados, sentado sobre el suelo y reposando su espalda desnuda en uno de los vértices de la construcción. Ya no quedan estructuras así, de hecho, nunca las hubo. Eran de hierro las que navegan en mi memoria. Una repetición de barras de acero formando cubos por los que se deslizaban nuestros jóvenes cuerpos. Todos los espacios son entradas y salidas, de izquierda a derecha, de arriba abajo. La luz cae en picado sobre la estructura mientras el cuerpo intruso de carne arroja la sombra sobre si mismo. El albor preso en la imagen, sin poder expandirse más allá de los límites de la estructura. Alrededor de ésta la oscuridad parece un precipicio infranqueable.

Yo que no existía. Caigo junto a la luz penetrante sobre la piel agrietada, y la nada se apodera de mi silencio, y mis palabras.

Hasta ahora he soportado los límites de esta extraña libertad. Escucho mi voz y sin embargo, mis labios no se mueven. Mis ojos están cerrados pero sigo viendo de alguna manera que no comprendo. No siento hambre, ni sed. En cambio veo el mar, las rocas. Niños arrojándose al vacío desde alturas considerables. Erizos de mar negros y cubos de plástico azules que esperan con olor a vinagre la caída de alguna presa. Ahora hay arroz, pero sigo sin sentir hambre.

Estoy quieto, eso lo se. Sentado y sin camiseta. No es esa quietud la que me atrae, sino, la de la imagen que no aparece. No aparece. En estos casos no puedo evitar inventarme alguna movida. Rescato al Océano. Es de arroz y la orilla son multitud de niños tumbados. Es gracioso ver como la ola de arroz revuelve a los niños desgastados por el rozamiento y la erosión. Las rocas son cubos de plástico azul de diferentes tamaños y el olor a vinagre salta al vacío. ¿Cómo puede saltar un olor al vacío si no es materia, si está pero no está? Lo normal sería asociar el olor a la materia que lo posee y que ésta fuera la que saltase. Lo anormal sería crear una forma diferente para el olor a vinagre. Pero en este caso el olor a vinagre salta al vacío, y salta.

Esa playa solitaria de arena fina que envuelve mi cuerpo es irremediablemente mi condena. Allí es donde desaparezco, donde veo con claridad el tamaño de mis brazos, donde me transformo en un espacio en negativo. No soy sin ti en esta vida cuando me alejo convertido en presa fácil. La velocidad innegable de las maquinas, el tic tac desplazado en silencio hacía el bolsillo y la desnudez de las muñecas buscan complementos. Bueno, aquí he venido para algo. La memoria es un juego precioso que llena la soledad eliminando su miedo y crea infinitos mundos, pero ahora tengo que dejar de jugar, o tal vez esto también sea un juego.

Nadie me regalo al nacer una lista con todos los libros escritos en el mundo junto a sus argumentos y situación. ¿Por qué pensamos tanto en las hormigas? Odio a las hormigas porque me recuerdan a mi mismo. El miedo es siempre el sendero menos transitado donde la valentía descanso por fatiga en la primera sombra del camino. Estar aquí es enfrentarse cara a cara con la memoria. Es aparentemente un estado de aislamiento donde el color negro que proyectan mis palpados desaparece entre imágenes. ¿Qué puedo hacer con ellas? No comprendo la negación del pensamiento aunque a veces domine al ser y se sienta impotente y desarmado. Esta lucha es otra lucha, ya me lo aviso alguien.