CIUDAD DE ANGELES



Caminamos despacio entre edificios invisibles sin pensar en su forma asimilada por el paso del tiempo, por los hombres y mujeres que la recorren cada día. No incidimos en que la luz dirige su poder y va modificando estas construcciones a lo largo de este ciclo. Lo que vimos a las nueve de la mañana es completamente diferente a lo visto a las ocho de la tarde en un día de primavera. Ese juego de luz y sombra, de movimiento podría separarse completamente de la gama de grises si entornamos los ojos. De esta forma solo quedaría una simplificación de negros y blancos. Así que las representaciones que vemos en realidad pasarían a construir una visión diferente de lo cotidiano sin perder el aroma a figuración.

El cuadrado, invento del hombre. Inexistente más allá de nuestra vida como humanos. El gran símbolo del Minimalismo y tan presente en las ciudades. Volvemos a caminar despacio, atravesamos calles, avenidas, personas. Escuchamos música nacida del cuadrado, de esa forma Mínimal materializada en sonidos, ritmos, melodías. Puede ser Alba Noto, Plastikman, samples repetidos que crean continuidad. Todo va cobrando sentido a la vez que nuestros ojos se entornan.

Las ciudades y la memoria.

Las ciudades y el deseo.

Las ciudades y los signos.

Las ciudades sutiles.

Las ciudades y los intercambios.

Las ciudades y los ojos.

Las ciudades y los nombres.

Las ciudades y los muertos.

Las ciudades y el cielo.

Las ciudades continúan.

Las ciudades escondidas.

(Italo Calvino. Las ciudades invisibles)

Las ciudades son más de lo que aparentan ser. Las ciudades somos nosotros; nuestras vidas, actuaciones, pensamientos, sentimientos… No hay ciudad sin humanos y hoy en día apenas humanos sin ciudad. La ciudad nos guía, nos manda mensajes, intenta controlarnos haciendo uso de leyes perceptivas; ¿O somos nosotros los que hacemos todo eso? Es fácil aprender a dirigirnos los unos a los otros. Lo difícil es comprenderlo y resistirse.

A través de la mirada veo tus pasos. El primero irá hacía arriba inevitablemente. El ojo busca lo nítido y no siempre lo nítido es lo más claro, pero el ojo es así, que le vamos ha hacer si este es el segundo paso. Cuando agrupamos la misma imagen repetida cambia de forma y lo que es deja de serlo. Pero si le damos el color adecuado puede cautivarnos y ser lo primero que veamos aunque no lleguemos a comprenderlo, y quizá, rebuscando entre su cuerpo encontremos el sentido. Lo igual parece más grande o más pequeños, cuestión de horizonte, de perspectiva. De esta forma las ciudades nos intentan engañar, o nos hacen disfrutar descubriendo su entramado.