HISTORIAS DE BANCOS

MIENTRAS LEIA UN ARTICULO EN UN PERIODICO QUE PRECISAMENTE NO HABLABA DE ARTE, SE SENTO UN HOMBRE A MI LADO Y ME CONTO ESTA HISTORIA.

“Quitad de la faz de la tierra a todos los seres humanos que la pisan cada día, y mi vida, mi cerebro y mis manos seguirán creando obras de arte”




He crecido aislado totalmente del mundo. Ni siquiera sé como llegue hasta él. Mi cabeza esta llena de recuerdos alejados de las personas. El concepto de “personas” lo desconozco por completo. Jamás he visto a ninguna. Sin embargo, todos los días me asalta una necesidad de llenar el tiempo, desde que el sol sale y se posa en lo más alto del cielo, hasta que la Luna cambiante se insinúa. Salgo, de donde quiera que este. Recojo artilugios que no sé para que sirven y los deposito en un carro que yo mismo arrastro. Paseo; hoy es un buen día. Observo lo que me rodea, me cautiva la energía de algunos encuentros inesperados con los objetos, y los deposito en el carro. No tengo prisa, recorro los caminos y las calles, voy donde me apetece nutriéndome de sensaciones y mi cuerpo arrastra cada vez más peso.

El peso de las sensaciones es lo importante y el corazón va avisando con sus latidos un descanso. Hay días en que el carro apenas se llena. Otros días en que rebosa; Y hay días que con un objeto basta, y olvidándome del carro por completo, deambulo despacio observándolo, conociéndolo, sintiéndolo.

Cada vez más rápido y más sonoro. Así habla el corazón. En ocasiones usa otro lenguaje y me encanta cuando lo hace, porque entonces aparece la pasión sin razonamiento y todo es una locura preciosa que despierta a la sonrisa.
Elijo este sitio para descansar y cuando el sonido al colocar mi mano sobre mi pecho apenas se aprecia. Voy descargando el carro, colocando los objetos de diferentes formas; unos encima de otros. Otros separados. Busco las curvas, las formas. Pero no sigo patrones, ni siquiera intento que sea diferente a la del día anterior, porque nunca tengo dos días iguales. Muy lentamente observo los elementos, los cambio de sitio, los dejo de nuevo donde estaban, me subo encima de ellos. Es comunicación y dialogo.

Cuando esta charla silenciosa se desvanece, que suele coincidir con el adiós del Sol, elevo mi cuerpo hacía las alturas para tener visión panorámica. Una montaña está bien, un edificio altísimo está también bien; y mientras observo desde aquí arriba la gran cantidad de objetos que he distribuido y colocado, que he podido tocar con mis manos y sentirlos; Siempre me hago una pregunta: ¿No sería precioso compartir esto con alguien?